La apuesta de su vida by Karen Templeton

La apuesta de su vida by Karen Templeton

autor:Karen Templeton [Templeton, Karen]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-84-671-9807-2
editor: Publidisa
publicado: 2011-01-15T00:00:00+00:00


Capítulo 8

Dawn emitió un largo suspiro. Aquello era muy propio de los hombres. Decían que querían que hablaras, pero luego no te escuchaban.

¿Y las madres podían meterse en sus asuntos y dejar que arreglaras tus cosas sola? No. Dawn se levantó y abrió la puerta a tiempo de oír gritar a su madre.

—¿Adónde narices te crees que vas?

Como la luz del porche estaba apagada, Dawn se escondió en las sombras. Si Cal y su madre eran tan tontos como para hablar de ella, lo menos que podía hacer era escuchar.

—Ésta es tu oportunidad, muchacho —dijo Ivy.

—¿De qué? —preguntó él. Abrió la puerta de su coche—. ¿De confundirla más de lo que está?

Ivy puso los brazos en jarras y bajó la voz. Pero el viento transportaba algunas de sus palabras.

—... tú viniste a pedirme ayuda... quiero que se quede tanto como tú... que sea feliz... cabezota.

—¿Esto es lo que tú entiendes por ayudar? —gritó él. Luego bajó la voz—... meterle a esa chica en la cabeza... quedarse aquí... una opción?

Ivy se cruzó de brazos.

—... dejarla marchar... está pidiendo ayuda a gritos.

—¿Ayuda? —murmuró Dawn indignada.

—¿Ayuda? —rió Cal—. Cuando se le mete algo en la cabeza, nada le hace cambiar de idea.

Dawn frunció el ceño.

Cambió el viento y las siguientes palabras le llegaron más claras.

—¿Y qué pasa? —preguntó Ivy—. ¿Te vas a rendir?

—Yo no he dicho eso. Pero es mucho más fácil cavar un agujero para un poste si antes ablandas la tierra. Siente nostalgia, Ivy. Y hasta que eso se le pase... si es que se le pasa, yo no tengo ninguna posibilidad.

—Pero el niño...

—¿No lo entiendes? Aunque decidiera quedarse aquí por el niño, mientras su corazón esté en otra parte, no será feliz.

Dawn consideró que había llegado el momento de cortar aquello. Avanzó hacia ellos.

—Esto de hablar de mí a mis espaldas empieza a ser una mala costumbre.

No podía ver claramente la expresión de Cal en la oscuridad, pero sintió un estremecimiento en un par de lugares clave.

—Lo que es una mala costumbre es que tú interrumpas una conversación privada —replicó él.

—Eh, yo soy la que acaba vivir muchos cambios desagradables —dio ella—. Interrumpiré lo que quiera. Mirad, creo que una de las razones de que esté así es que me aburro, así que he tomado una decisión. Necesito volver a trabajar; iré a ver si Sherman Mosley necesita ayuda mientras estoy aquí.

Ni su madre ni Cal dijeron nada.

—Sé que esto no resolverá todos mis problemas —siguió Dawn—, pero al menos estaré ocupada.

Cal frunció el ceño.

—Creo que no me gusta que me consideren un problema.

—Afróntalo —dijo ella—. Además, a lo mejor Sherman puede encontrar a mi padre.

Su madre se encogió.

—Querida, no creo que debas mezclar a otras personas en esto...

—Pues dame el nombre de mi padre y no tendré que hacerlo.

Miró a Ivy a los ojos.

—No puedo —dijo al fin la mujer.

—Muy bien. Entonces no puedes opinar sobre el tema.

Ivy se acercó, le dio un abrazo y volvió a la casa.

—Por el amor de Dios —dijo Cal—. ¿Por qué estás tan



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